Si me seguís por Twitter (@CMarcapaginas) habréis visto que estoy participando en un reto de escritura creativa llamado #OrigiReto en su edición de 2019. Ha sido creado por Katty (@Musajue) y Stiby (@Stiby2)
Tenéis toda la información en los blogs de las creadoras ( La pluma azul de Katty y Sólo un capítulo más)
Microrrelato MARZO- Bajo del mar
Otra más. Hace tiempo que he perdido la cuenta de cuantas somos. Es una de las mías. Plástico transparente y apenas un logo en el centro.
Podría describir, sin temor a equivocarme, el descenso que va a realizar. Cómo la corriente fría que hay justo encima de nosotras la desviará ligeramente hacia la izquierda. Una vez se pose sobre el resto, rodará aún unos centímetros por el desnivel. Y luego se quedará ahí.
Efectivamente, da unas descoordinadas volteretas cuando el agua helada le alcanza. Casi me da envidia el sitio en el que se posa, al lado de esa vieja bicicleta.
Parezco ya una experta, pero apenas llevo seis meses. Puede parecer mucho, pero las del fondo murmuran que pasaremos, por lo menos, un siglo aquí. También cuentan que antes hubo vida, peces y corales.
Ahora somos muchas y de muchos tipos. Me gusta observar a las demás. Escuchar al desecho que alguien olvidó en la playa.
¡Ahí va otra! A ver si esta cae cerca de mí.
- Objetivo: #6 Escribe un relato en el que no aparezcan seres vivos
- Objeto oculto: #35 Una bicicleta
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Relato MARZO- La nave número siete
Cuando el despertador sonó, ya se había enfundado las
escuetas ropas que tenía y esperaba sentada en la cama, tamborileando los dedos
con nerviosismo.
Exactamente diez minutos después, una de las Madres entró por la puerta. Betty la
acompañó cabizbaja hasta el pasillo central, donde el resto de sus compañeras
esperaban. Iniciaron el, ya conocido, recorrido hasta el comedor. El
nerviosismo se notaba en el silencio. En lugar de las carcajadas y
conversaciones habituales, las jóvenes apenas intercambiaban unas palabras en
susurros. Cora se las arregló para deslizarse a su lado. Le tomó la mano y
esbozó una de sus sonrisas tranquilizadoras.
Era su primer día de trabajo y eso se notaba en el menú.
Fresas con chocolate, higos y plátanos cubiertos con canela, todo regado con un
logrado sucedáneo de vino tinto.
Al contrario de lo que ocurría con sus compañeras, Cora no
paraba de hablar. Fantaseaba despierta sobre lo que haría después de quedarse
embarazada.
—Creo que quiero ser piloto — Afirmó convencida. — Tendré que pedir
vacante en la nave técnica. ¿A ti a dónde te gustaría que te destinaran?
Betty no respondió inmediatamente, se tomó su tiempo para
terminar de masticar el mango que tenía en la boca y dio un profuso trago antes
de asentir.
— A la nave de creación sintética, creo que es donde hacen
un trabajo más interesante. — Inconscientemente echó un vistazo por los
imponentes ojos de buey de las paredes, intentando divisar en la inmensidad del
espacio la nave 7.
Con el siguiente toque de la alarma, todas se pusieron en
pie al unísono. La chica echó un último vistazo en derredor. Aunque todas ellas
eran diferentes, podía notar una ligera sintonía en sus rasgos. Al fin y al
cabo, eran todas producto de la selección de los mejores genes de la raza
humana.
Las condujeron a un ascensor por el que nunca habían
descendido antes. Las paredes estaban completamente cubiertas de posters
eróticos que, con sus sugerentes movimientos, buscaban provocar sexualmente a
las jóvenes. Hombres musculosos y perfectamente formados. Chicas deslumbrantes
que se quitaban la ropa cada vez que las mirabas. Betty intentaba no prestarles
atención, pero era prácticamente imposible. De fondo sonaba una música que
había sido compuesta tras muchos estudios sobre el coito.
Cada una de ellas entró en una habitación completamente
igual a la anterior. Una sala blanca, sin ningún otro mueble que una enorme
cama en el centro. Allí dentro la música sonaba aún más estridente. Alguien
había dejado un cuenco de fresas y una jarra de vino apoyados al lado de la
puerta.
Betty se sentó y se dispuso a esperar.
Pasaron diez minutos cuando Kale abrió la puerta. Sabía su
nombre porque le había visto en la cafetería junto a otros veteranos. Desde que
tuvieron conocimiento de la promoción que les iba a tocar como compañeros, las
chicas de su clase se habían afanado en descubrir todos sus nombres y algún
chascarrillo sobre ellos.
Ni en sus mejores sueños hubiera imaginado que él sería su
primera pareja. Siempre le había parecido un chico muy simpático, era la clase
de persona que se preocupaba por hacer reír a los demás. También le gustaba su
pelo rizado, y la forma en que sus párpados se entrecerraban cuando sonreía.
Era muy guapo. Sin duda, los del proceso de selección habían acertado de pleno
con ese ejemplar de varón joven.
— Hola —Saludó tímidamente mientras se acercaba a la cama.
Se sentó a su lado dubitativo, nadie habría dicho que era un veterano. — Mi
nombre es Kale —Carraspeó — Y seré tu compañero este mes.
Betty se sentía a gusto a su lado. Se presentó igualmente y
se dieron la mano. Todo comenzó muy mecánicamente. Kale le ayudó a tumbarse y
comenzó a besarla lentamente. Acarició con sus labios la curva de sus pechos y
siguió bajando.
Pero ella tenía los ojos cerrados fuertemente. No quería
esto, nunca lo había querido. Cuando sus compañeras hablaban de lo que les
excitaban los veteranos, ella no podía entenderlo. Por supuesto que consideraba
a Kale un hombre atractivo, pero no sentía esa necesidad de juntar sus cuerpos
de manera sexual. Sabía que eso es lo que se esperaba de ella, y sabía que sus
compañeras lo disfrutaban.
Diez años de tu vida dedicados exclusivamente a follar con
los mejores especímenes del género opuesto. Con todas las facilidades y
estímulos para que el sexo fuera de lo más placentero.
Pero no era así para Betty. Para ella era un trabajo y nada
más. No sentía el impulso del que sus compañeras no paraban de hablar. Por eso
decidió simplemente cerrar los ojos y esperar a que pasase.
Sin embargo, Kale lo notó. Sintió que, por más que él la
estimulase, ella no estaba disfrutando. Así que se limitó a tumbarse a su lado.
La miró a los ojos y comenzó a hablar.
Durante la siguiente hora estuvieron hablando sin
interrupción, de sus sueños, de sus preocupaciones. Se contaron anécdotas y
rieron a carcajadas. Cuando sonó la alarma de aviso se encontraban en medio de
una risa descontrolada.
— No les cuentes a las Madres
lo que ha pasado ¿vale? —susurró Kale antes de que un Padre viniese a buscarle.
La escena se repitió todos los días durante el siguiente
mes. El chico entraba en la habitación, se tumbaba al lado de Betty y
simplemente hablaban y reían. Sabía que no se lo podía contar a nadie, ni siquiera
a Cora. Lo que estaban haciendo era completamente ilegal. Se suponía que su
trabajo era tener relaciones sexuales, engendrar hijos. Por supuesto todo
estaba programado y preparado para que las relaciones fueran lo más agradables
posibles para ambos participantes. No eran sementales, eran seres humanos asegurándose
la continuidad de su especie.
Y es que cuando toda la humanidad se encuentra encerrada en
diez naves gigantes, es importante que haya personas para mantenerlas. Ese era
su cometido. Durante diez años se dedicarían a dar a la sociedad nuevas manos
que mantuvieran a flote esa colosal caravana que huía de un planeta destruido a
otro, probablemente, habitable. Después de ese periodo, dependiendo del número
de hijos que hubieran tenido, les dejarían seleccionar su destino para el resto
de sus días. Betty quería ser química en la nave siete. Y para eso tenía que
tener hijos, muchos. Pero no podía evitar que cada vez que se encontraba a
solas con Kale prefiriera abrazarle, revolverle los rebeldes rizos que caían
por su frente o incluso besarle lentamente sin tener necesidad de nada más.
Pero tenía que intentarlo, por su futuro.
Por eso el último día le pidió que lo hiciera, que le
hiciera el amor. Kale puso toda su buena intención en hacerlo. La acarició, la
besó, la estrechó contra si con delicadeza. Cuando acabó, se tumbó a su lado,
como tantas veces había hecho en el último mes.
— ¿Te encuentras bien?
— Estoy bien, de verdad. — Le tranquilizó ella. No había
otra forma de conseguir su objetivo que quedarse embarazada, y si tenía que ser
con alguien, prefería que fuese con él.
El mes acabó y, tras la semana del periodo, tocaba un nuevo
compañero.
Mientras le esperaba en la aséptica sala no paraba de pensar
en la cara de felicidad de Cora cuando le había anunciado que estaba
embarazada. Era una noticia magnífica, si era tan fértil no tendría problema en
conseguir una plaza en la nave técnica y convertirse en una gran piloto.
La puerta se abrió para revelar el rostro aún cubierto de
acné pueril del joven que entraba. A ese no le conocía, ya que se trataba de chicos
de primer año como ella. El chico se abalanzó sobre ella y, sin darle tiempo a
hablar, comenzó a violarla. El dolor que experimentó Betty la dejó sin voz. Ya
había supuesto que no todos serían tan comprensivos como Kale, pero aquello era
demasiado.
Aún quedaban diez años de ese sufrimiento. Con los ojos muy
abiertos miraba al blanco techo rezando porque se acabase.
- Objetivo: #7 Escribe un relato que no suceda en la Tierra.
- Objetos ocultos: #16 Una persona asexual y #28 Un ascensor