Si me seguís por Twitter (@CMarcapaginas) habréis visto que estoy participando en un reto de escritura creativa llamado #OrigiReto en su edición de 2019. Ha sido creado por Katty (@Musajue) y Stiby (@Stiby2)
Tenéis toda la información en los blogs de las creadoras ( La pluma azul de Katty y Sólo un capítulo más)
Microrrelato ABRIL- Lo sabía
Introdujo la llave en la cerradura y al instante oyó cómo su novio recogía algo atropelladamente. Un silencio incómodo se instaló en la casa antes de oírle responder entre jadeos:
—¿Ya estás en casa cariño? Pensaba que hoy volvías más tarde.
Y aquella fue la gota que colmó el vaso. Lo sabía, lo había sabido desde hacía mucho, pero no había querido creerlo.
Quizá habían sido los comentarios a media voz, lo rápido que bajaba la tapa del portátil cuando andaba cerca, la sonrisa que no podía frenar cuando ella le decía que llegaría tarde del trabajo.
Se lo habría podido esperar de cualquiera, pero no de él.
Cuando se fueron a dormir y se cercioró de que él roncaba profundamente, cogió su ordenador. Sabía que aquello no estaba bien, pero no podía evitarlo. Abrió el historial y allí estaba.
Había visto lo últimos capítulos de la serie que veían juntos sin ella.
- Objetivo: #14 Escribe sobre una infidelidad
- Objeto oculto: #30 Una llave
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Relato ABRIL- Oxígeno
Había llegado un momento en el que ya no sabía si se seguía hundiendo o estaba quieta en el mismo punto perdido en medio del océano.
El agua ya no le parecía tan fría como cuando había caído en sus brazos. Ahora podía decirse que era, incluso, agradable. No dejaba de ser irónico. Siempre pensó que la muerte por ahogamiento sería agónica y dolorosa. Pero nada más lejos de la realidad, Iria se sentía como si se estuviese quedando dormida en una cama caliente.
Por supuesto podía ser que la falta de oxígeno le estuviese afectando. Flashes sin sentido llenaban su mente, imágenes descontextualizadas, conversaciones, olores…
No intentaba nadar, ni siquiera impulsarse a la superficie. ¿Para qué? ¿Qué iba a conseguir si sobrevivía?
Ya lo había perdido todo, embarcada en un barco como polizón, nadie le esperaría de vuelta a tierra firme. Pero tampoco le apenaba. La vida que le había ofrecido la superficie nunca había sido de su agrado. No estaba dispuesta a representar sin rechistar el papel de la señorita perfecta que todos esperaban.
Pero el mar… El mar era diferente. Y, además, estaba ella.
Iria centraba todos sus esfuerzos en no cerrar los ojos, todo menos eso. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Su esperanza no era volver a respirar. No, su esperanza era poder volver a verla. Ella, que con sus ojos de fuego le había despertado la ilusión por vivir, era lo último que quería ver antes de morir.
Y a veces, los milagros ocurren. Al principio sólo fue un destello en el límite de su campo visual, pero cada vez se fue haciendo más y más intenso. Ese fulgor fue tomando forma y se convirtió en una larga cola dorada. Luego, de nuevo oscuridad. Cuando un pez de colores pasó rozándole el brazo, se convenció de que todo había sido una ilusión de su cerebro moribundo.
— Iria — Oyó en su mente. Conocía esa voz, la conocía muy bien. Ni siquiera le sorprendió el no haberla escuchado, sino el sentirla dentro. Llevaba diez años oyéndola y nunca se cansaría de ella. Ese timbre dulce y seductor. Esa manera de lamer su nombre cuando lo pronunciaba. Y, también, ese reconocible escalofrío que le sacudía por dentro, acompañado de una irrefrenable sonrisa.
Era verdad, ella estaba allí, la había encontrado.
La vio, alzándose poderosa sobre su cola dorada, mirándola fijamente. ¿Cómo podía caber tanto amor en una mirada? Era realmente hermosa, la sirena más hermosa de los siete mares. El pelo suelto, rubio, ondeando a su alrededor. Los pechos al aire, redondos y turgentes. Los centímetros de piel de su torso que acababan fundiéndose con las escamas de su cola.
Había recorrido esa figura tantas veces con su mirada, y la había rememorado tantas otras, que podía dibujarla sin temor a equivocarse. Pero ella era real, y estaba justo enfrente.
Ese fue el primer momento en el que Iria sintió pena de estar muriéndose.
Aun así, sonreía. Por todas las veces que, durante diez años habían jugado juntas en la playa. Por el amor que fue creciendo entre ellas y que culminó con un beso. Por la seguridad con la que le dijo “iré a buscarte” cuando ella le anunció que tendría que partir, tenía que ayudar a su pueblo lejos de la costa y no podría volver a verla. Y sonrió por la convicción que ese día se había apoderado de ella y que le había movido estos últimos meses, hasta por fin lograr esconderse en aquel barco e ir en su búsqueda.
Ahora mismo casi se sentía agradecida de haber sido arrojada por esa panda de supersticiosos al mar. Llevar a una mujer a bordo traía mala suerte, le chillaron. Pero para ella no podía haber mejor fortuna que aquella.
La sirena se acercó aún más rozando su mejilla. Apoyó la frente contra la suya.
— Te quiero — susurraron ambas mentes a la vez. Cubrió los últimos centímetros que le quedaban y besó a la joven. Tras esto, la arrastró a las profundidades del mar.